En Navidad nos gusta el frío… en embalajes a temperatura controlada

Hay tres elementos que no pueden faltar en cualquier estampa navideña que se precie de tal nombre: luces, regalos y frío. El último suele aparecer normalmente en forma de paisajes helados, copos de nieve, niños patinando en el hielo… Todo muy bonito, sobre todo si se mira desde la ventana. O sea, si está controlado.
Hoy queremos resaltar la importancia de ese frío en la cadena de suministro y la importancia de saber mantenerlo bajo control para afrontar el desafío logístico que supone el torbellino comercial de estas fechas. Y que todos tengamos las navidades felices que nos merecemos.
El Grinch es la ruptura de la cadena de frío
Tenemos bien identificados a los verdaderos Reyes Magos (shhh, que hay chavales cerca…), pero nos cuesta más saber quién es el responsable de estropearnos estas fiestas. Podemos culpar al primer duende verde y malencarado que se cruce por delante, pero en los ámbitos de la logística, la industria alimentaria y el e-commerce saben lo que puede provocar la ruptura de la cadena de frío…
Un transporte inadecuado o el uso de contenedores isotérmicos deficientes genera problemas reales y nada cómicos. Estamos hablando de echar a perder toneladas de productos alimentarios perecederos, de provocar enormes pérdidas en las empresas y, desde un punto de vista más emocional, dejar a la abuela sin esas gambas que tanto le gustan.
La idea central que queremos resaltar es que una cadena de frío adecuada te ayuda mantener la calidad de lo que vendes, regalas o comes. Es algo muy a tener en cuenta porque en esta cadena todos dependemos de todos, en especial en una época con tanto tránsito.
Detrás de la magia navideña: los embalajes a temperatura controlada
Volviendo a las analogías con los personajes navideños, los embalajes isotérmicos para transporte como los nuestros vendrían a ser los elfos que ayudan a Papá Noel: son los que hacen posible que cada paquete llegue a su destino en un perfecto estado de conservación. En este caso, la “magia” está en evitar variaciones de temperatura que afecten negativamente al contenido.
Hay diferentes formas de conseguirlo, en función del producto y las circunstancias de distribución. Puede ser mediante embalaje de un solo uso o reutilizable, embalajes plegables o suministrados en plano o embalajes más rígidos; podemos ayudarnos de hielo seco, acumuladores de frío, inlays textiles reciclados (PET o algodón), barreras térmicas; incluso es posible convertir un vehículo convencional en un transporte refrigerado en cuestión de minutos.
Ampliando los intervalos de tiempo sin variaciones térmicas hasta las 48 horas mediante frío pasivo (energéticamente eficiente), el ajetreo propio de esta época del año se hace mucho más llevadero y manejable tanto para la gran distribución como para el comercio minorista y de proximidad.
¡Navidad, fría Navidad!
Y en último término, desde el punto de vista del consumidor, el embalaje a temperatura controlada supone una garantía para “saborear” las navidades de la mejor manera.